En un mundo tan ruidoso e indolente como el nuestro, la alta sensibilidad y la empatía pueden experimentarse como germen de sufrimiento y malestar. Por otra parte, quienes ignoran estos rasgos en los demás tienden a juzgarlos de debilidades o rarezas de carácter. Afortunadamente, cuando comprendemos y aprendemos a gestionar estas singularidades, se convierten en fuente de alegría, creatividad y conexión con los demás. La doctora Judith Orloff, e...