Una influyente tradición en filosofía sostiene que los dominios del ser y del deber están separados por una frontera infranqueable, que nuestras prácticas normales del enjuiciamiento (la inculpación, el reclamo, la crítica o la burla) solo nos dan la ilusión -falsa como todas las ilusiones- de haber cruzado el límite y que los hechos nunca justifican nuestras valoraciones. Una manera menos dramática de plantear esto es decir que hay una diferenci...