América Latina está inmersa en una situación de extrema pobreza, signada por la injusticia distributiva y sin un futuro con oportunidades para las nuevas generaciones. Afectada negativamente por una falta de equidad en las relaciones internacionales, a su vez, no acierta en cumplir con los requisitos que le permitan ser artífice de su propio destino. Propuestas de izquierda y derecha, liberales o estatistas y múltiples idas y venidas en uno u otro sentido, no han conseguido ni siquiera congelar el avance hacia el problema crucial: la pobreza extrema y generalizada en América Latina. Ante esta realidad contundente que choca con fuerza contra el principio que establece el derecho al uso común de los bienes de la tierra, para el desarrollo de todo el hombre en un mundo más humano, se hace necesario afrontar los cambios en la economía en base a una filosofía social que reconstruya el entramado social a partir de nuevos valores. ÇAnte este desafío, el socialcristianismo ofrece una visión trascendente del hombre que orienta las propuestas para el dominio del mundo material, de tal forma que su producido sea puesto al servicio de todos los hombres. Siempre se trató en América Latina de plantear falsas opciones, en el sentido de producir y luego distribuir o privilegiar la distribución complicando la acumulación y llevando así a una lucha permanente por la distribución del ingreso. Esto demuestra la necesidad de contar con una filosofía social congruente si se desea satisfacer, simultáneamente, los requisitos de crecimiento y distribución. Así, la necesidad de establecer mecanismos de distribución y participación dentro de un renovado contrato de trabajo que regle las relaciones entre los factores productivos; el diseño de nuevas formas de acceso a los beneficios del progreso técnico; el funcionamiento de una economía de empresa que privilegie la ética como ventaja competitiva; un Estado redefinido en su importante función de empresario indirecto que contribuye a un orden social participativo, base de la justicia distributiva; el establecimiento de la solidaridad como un principio estable para atender la pobreza y la marginalidad con un importante aporte de la sociedad civil; la educación vinculada a la producción como base para el libre acceso a las oportunidades y la generación de múltiples formas de apropiación no estatal y una presencia activa de América Latina en la economía mundial por medio de la integración económica regional que la haga artífice de su propio destino, a fin de conseguir la máxima utilización de sus abundantes recursos humanos y materiales, se constituyen en el centro de una gran transformación mirando al Siglo XXI. ¿Cómo vertebrar estos desafíos para responderle al hombre latinoamericano con una propuesta que oriente la acción futura con centro en la justicia distributiva, de tal forma que facilite la superación de un mundo menos humano hacia otro más humano La pobreza en América Latina no será superada con voluntarismo. Precisamente, el libro trata de proponer y hacer comprender los ámbitos centrales que un compromiso con América Latina debería contener. La propuesta, a su vez, no es dubitativa. Responde a una visión socialcristiana del hombre y del mundo en un marco de diálogo y preocupación universal por el futuro del hombre.Ante este desafío, el socialcristianismo ofrece una visión trascendente del hombre que orienta las propuestas para el dominio del mundo material, de tal forma que su producido sea puesto al servicio de todos los hombres. Siempre se trató en América Latina de plantear falsas opciones, en el sentido de producir y luego distribuir o privilegiar la distribución complicando la acumulación y llevando así a una lucha permanente por la distribución del ingreso. Esto demuestra la necesidad de contar con una filosofía social congruente si se desea satisfacer, simultáneamente, los requisitos de crecimiento y distribución. Así, la necesidad de establecer mecanismos de distribución y participación dentro de un renovado contrato de trabajo que regle las relaciones entre los factores productivos; el diseño de nuevas formas de acceso a los beneficios del progreso técnico; el funcionamiento de una economía de empresa que privilegie la ética como ventaja competitiva; un Estado redefinido en su importante función de empresario indirecto que contribuye a un orden social participativo, base de la justicia distributiva; el establecimiento de la solidaridad como un principio estable para atender la pobreza y la marginalidad con un importante aporte de la sociedad civil; la educación vinculada a la producción como base para el libre acceso a las oportunidades y la generación de múltiples formas de apropiación no estatal y una presencia activa de América Latina en la economía mundial por medio de la integración económica regional que la haga artífice de su propio destino, a fin de conseguir la máxima utilización de sus abundantes recursos humanos y materiales, se constituyen en el centro de una gran transformación mirando al Siglo XXI. ¿Cómo vertebrar estos desafíos para responderle al hombre latinoamericano con una propuesta que oriente la acción futura con centro en la justicia distributiva, de tal forma que facilite la superación de un mundo menos humano hacia otro más humano La pobreza en América Latina no será superada con voluntarismo. Precisamente, el libro trata de proponer y hacer comprender los ámbitos centrales que un compromiso con América Latina debería contener. La propuesta, a su vez, no es dubitativa. Responde a una visión socialcristiana del hombre y del mundo en un marco de diálogo y preocupación universal por el futuro del hombre.¿Cómo vertebrar estos desafíos para responderle al hombre latinoamericano con una propuesta que oriente la acción futura con centro en la justicia distributiva, de tal forma que facilite la superación de un mundo menos humano hacia otro más humano La pobreza en América Latina no será superada con voluntarismo. Precisamente, el libro trata de proponer y hacer comprender los ámbitos centrales que un compromiso con América Latina debería contener. La propuesta, a su vez, no es dubitativa. Responde a una visión socialcristiana del hombre y del mundo en un marco de diálogo y preocupación universal por el futuro del hombre.