El pintor James McNeill Whistler demandó al crítico John Ruskin por haber descrito un cuadro suyo como un cubo de pintura arrojado al público, y el desarrollo del juicio fue insólito. Oscar Wilde fue demandado por el marqués de Queensberry con resultados más trágicos. Y el poeta Swinburne, un hombrecillo pelirrojo y nervioso, alcanzaba tales niveles de paroxismo cuando leía su propia novela que terminaba inconsciente. Estos tres personajes, victo...