Él se había creído, por tanto tiempo dueño de una soledad miserable, y he aquí que no estaba solo en absoluto. No lo había estado (según parecía) siquiera un instante desde el episodio del bote en Sorrento. Ahora creía verlo mientras lo contemplaba: era ella la que había estado sola, por culpa de esa desdichada falta de fidelidad. Al contarle lo que le contara, ¿qué había hecho sino pedirle algo Y ella se lo había concedido, caritativamente, sin ...