Imagina que, después de jugar durante horas en el bosque con tu perro, aparece ante ti un hombrecillo regordete de unos cuarenta centímetros, cubierto de pelo amarillo, que te observa con sus ojos anaranjados e intenta atraparte con sus manitas terminadas en garras o que vives en una casa demasiado grande para tu familia, sin luz eléctrica, donde durante las madrugadas no puedes dormir porque se observan sombras y se escuchan murmullos y pasos mi...