Uno de los aspectos más sobresalientes de La diplomacia es la importancia que el autor concede a los hombres de Estado en cuanto individuos con una visión clara del interés nacional, capaces de promoverlo en un contexto internacional adecuado y de procurar ciertos márgenes de estabilidad. El autor sitúa la actuación de los hombres de Estado por encima de consideraciones relacionadas con la estructura económica o los movimientos sociales; bajo esta interpretación analiza a personalidades como Richelieu, Napoleón III, Bismarck, Stresemann e incluye su propia experiencia como secretario de Estado del presidente Richard Nixon. Conocedor de la historia diplomática europea y de los conceptos clave sobre los que se ha estructurado, Kissinger utiliza esta visión del pasado en beneficio de la política exterior estadunidense contemporánea. Explica la mezcla de mesianismo, moralismo y pragmatismo que hay detrás de la convicción originaria de los Estados Unidos de ser "faro" y "cruzado" de la democracia y la libertad en el mundo, así como la manera en que esta creencia ha convivido con el concepto tradicional de equilibrio en las relaciones internacionales con el resurgimiento de los nacionalismos y las necesidades geopolíticas del mercado. La diplomacia trata fundamentalmente de la acción diplomática entre las grandes potencias. Según el autor, para el siglo XXI existirán al menos seis potencias mundiales: los Estados Unidos, Europa, China, Japón, Rusia y la India. Ante este nuevo orden, Kissinger busca razones y estrategias para reorientar la diplomacia estadunidense.La diplomacia trata fundamentalmente de la acción diplomática entre las grandes potencias. Según el autor, para el siglo XXI existirán al menos seis potencias mundiales: los Estados Unidos, Europa, China, Japón, Rusia y la India. Ante este nuevo orden, Kissinger busca razones y estrategias para reorientar la diplomacia estadunidense.