Berlín, 30 de abril de 1945, se escucha un disparo dentro del búnker. Heinz Linge entra a la habitación y encuentra el cuerpo inerte sobre un sillón. Hitler se ha suicidado. Su fiel asistente lleva el cadáver a un lugar seguro y le prende fuego. Eso es lo que contaría a los oficiales de la KGB que lo torturaron durante largas noches de interrogatorios salvajes. Si eso sucedió, ¿por qué nunca se encontraron los restos? Setenta años después, Jean-C...