“Jim repitió que el Capitán tenía de plazo hasta las diez de la noche no sé bien para qué, así que me tranquilicé y subimos al cuarto del difunto. Aquel maltrecho baúl debió recorrer muchos mares, olía a tabaco y contenía un sextante, brújulas, pistolas, un reloj español, un vestido sin estrenar de buena fibra y corte, una barra de plata y otras vagamunderías de marinero. Un capote raído ocultaba una bolsa con monedas y una cubierta de hule”