Emilio Carrere, mujeriego, actor aficionado, frecuentador de cafés nocturnos y casas de mala nota, además de experto en ocultismos varios, formó parte -por propia elección- de la excéntrica bohemia madrileña de principios de siglo. Las fuentes literarias de las que bebían tanto él como otros compañeros de viaje se encontraban allende los Pirineos y más aún del otro lado del océano. Unas aguas de oleaje profuso, elevado y espumoso, que se hallaban...