La filosofía tiene como pregunta matriz ese ¿Quién soy?. El gran Sócrates dio un paso fundamental cuando instauró su mayéutica del "sólo sé que nada sé", una verdadera lección de humildad que es la base pedagógica del aprendizaje verdadero. Siglos más adelante, Descartes, un heredero adelantado de Aristóteles, sentenció: "pienso, luego existo". Con ello trazó las coordenadas de la modernidad y nos definió como sujetos de razón. Pero ¿sólo somos lógica, racionalidad y sesos? Claro que no, al menos así lo expresan otros filósofos más contemporáneos, como Savater, para quien la ontología se nutre también de sentimientos, pasiones y emociones.