Este ensayo pretende pensar en una metáfora para Colombia, o varias, quizá, que nos hagan recordar la fragilidad que nos conforma y, a su vez, hace un llamado sobre el compromiso de cuidarnos como congéneres. Pensarnos desde tal condición implica una ética y una política existencial en las que la violencia sea un imposible, una oprobiosa excepción que implique el asombro, y no la tiranía de una cotidianidad impune. A partir de un ejercicio de aná...