Una larga fascinación por Chéjov, y un deseo casi más de proteger que de desvelar su intimidad, impulsó a la autora a viajar a Rusia y visitar los lugares en que el escritor vivió o que con tanta fuerza plasmó en sus obras. Aun así, escéptica con la literatura de viajes, se ve a sí mismas dentro de la farsa absurda del peregrino literario; más escéptica todavía con el género biográfico, cree que es vana su pretensión de captar el meollo de una vida, del mismo modo que la crítica literaria tiene poca capacidad para explicar el resplandor del arte. Y, sin embargo, por la misma reflexión que sustenta estas prevenciones, o porque conoce y expone sus peligros, consigue ser a la vez un libro de viajes, un esbozo biográfico y un ensayo literario de primer orden, en el que no faltan la relevación incisiva, el detalle analítico y, sobre todo, un gran respeto por los secretos en los que descansa, como decía Chéjov en uno de sus relatos, toda existencia personal. Quien quería conocer la vida y la obra del gran escritor ruso una de las mayores influencias del siglo XX encontrará en este volumen el mejor compañero, el más ameno y agudo, amén del más chejoviano, para guiarle a través de su literatura.Leyendo a Chéjov consigue ser a la vez un libro de viajes, un esbozo biográfico y un ensayo literario de primer orden, en el que no faltan la relevación incisiva, el detalle analítico y, sobre todo, un gran respeto por los secretos en los que descansa, como decía Chéjov en uno de sus relatos, toda existencia personal. Quien quería conocer la vida y la obra del gran escritor ruso una de las mayores influencias del siglo XX encontrará en este volumen el mejor compañero, el más ameno y agudo, amén del más chejoviano, para guiarle a través de su literatura.