Esta libreta de apuntes hizo parte del equipaje del relojero sefardí Yehuda Malaji cuando estuvo por los mares de Chile. Iba siguiendo las rutas de un mapa que indicaba los caminos a seguir hacia el río Sambatión, lo conocí en el barco en que yo iba y en el que hacía un extraño viaje sin destino, sentado en una de las sillas de la cubierta de popa. Era un hombre chico, de grandes barbas y rizos en las sienes, que se había dejado crecer en los últimos meses, como dijo. Hablaba moviendo unas manos delicadas y regordetas, como de mujer. Y si bien a la gente que conformaba el pasaje le pareció un hombre raro por su figura, yo hice con él una buena amistad. A los dos nos gustó quedarnos por horas leyendo las formas de las olas, los distintos colores del mar y hablando de los cuatro vientos de los que habla la cabalá, que son los que van por encima de los cuatro ríos fundamentales que nacen en el paraíso y rigen la suerte de la tierra, aunque él hizo hincapié en que no era suerte (mazal) sino destinos.Y si bien a la gente que conformaba el pasaje le pareció un hombre raro por su figura, yo hice con él una buena amistad. A los dos nos gustó quedarnos por horas leyendo las formas de las olas, los distintos colores del mar y hablando de los cuatro vientos de los que habla la cabalá, que son los que van por encima de los cuatro ríos fundamentales que nacen en el paraíso y rigen la suerte de la tierra, aunque él hizo hincapié en que no era suerte (mazal) sino destinos.