Lo humano y lo poético germinan en los senderos ocultos inexplorados de la vivencia cotidiana, y aunque la vida misma es poesía, tan solo es posible interactuar con ellos a través del precioso lenguaje de la sensibilidad. Este lenguaje no se aprende ni se enseña. Por el contrario, se descubre y contagia; se prepara en la cocina de la vida y se saborea lentamente en el clímax de la existencia, en la sublime apreciación del día a día, en la configu...