En este texto, Fréderic Lordon, economista francés de la escuela regulacionista, descompone a fondo las implicaciones que, para la distribución del ingreso en las sociedades de Occidente, tiene el concepto de creación de valor para los accionistas, el llamado EVA, cuya difusión se ha generalizado hasta hacerse popular y a veces dominante, incluso en los países emergentes. El EVA, dice Lordon, es un golpe de mano a través del cual los capitalistas financieros han logrado convertir la utilidad no en valor residual que les corresponde una vez depurados los costos de producción, sino en un ingreso mínimo garantizado. Semejante transformación ha hecho que, en adelante, el aumento del riesgo corra por cuenta de los dirigentes de empresa, por una parte (quienes sin embargo, y gracias a los paracaídas de oro la aceptan de buen grado), y de los asalariados, por la otra. A estos últimos, empero, el valor accionarial les paga con meras promesas. Si en calidad aceptan travestirse en empresarios capaces de despedirse a si mismos para mejorar la creación de valor, entonces accederán al paraíso.