Reunidos en Los papeles de Dionisio están todos los cuentos del escritor samario José Luis Díaz-Granados y, con ellos, tres noveletas, de origen variado. El aspecto formal de estos relatos, con predominio de un lenguaje confesional, da cuenta de sus destrezas en las maneras experimentales, en una obra alta en su juicio valorativo, que hace parte del muy amplio repertorio de su producción literaria. El oficio de escribir, como bien se sabe, ha copado todos los instantes de su existencia, acicateado por su cercanía familiar con García Márquez, a quien debe los primeros ímpetus, por la devoción a la obra de James Joyce, y por la sumisión a la libertad creativa de Henry Miller, estos son los faros que iluminan, con buenas razones, su narrativa.
Escribir es la excusa para sentir de cerca los latidos de sus obsesiones personales. En esos horizontes siempre flamea un ancho y reconocible escenario urbano. El de una ciudad con riesgos que bordea el cerro de Monserrate, y otra frente al agua de sus horas en el Caribe sobre el que se levanta el promontorio reconocible de El Morro, en la distancia, donde todo comenzó, en medio de la bahía de Santa Marta. Lo demás han sido ganancias en su vida, una nominación al premio Rómulo Gallegos y el premio Simón Bolívar en la categoría de reportaje, entre sus muchos reconocimientos, y unos deseos enormes de estar alerta, en la percepción magnífica, que es ardua tarea en todos sus días.