Ante lo irremediable, y para evitar visitas de oportunistas carroñeros, las incansables obreras corrieron a envolver el cadáver en un manto de cera virgen y a pito y caja lo sacaron de la dulce vivienda. Dicen que cuando cruzaban el involucro con los restos mortales se oyó a la difunta quejarse del fuerte olor a cera, y a Mariola emitir un tren de acabangados zumbidos que se escucharon por todas partes Un relato ameno, de fácil lectura y rico en ...