Conocido sobre todo por su monumental , Edward Gibbon escribió asimismo unas que verían la luz en 1795, un año después de su muerte, y que permiten seguir con detalle con un estilo y un humor característicos la formación de uno de los grandes historiadores de todas las épocas. Su mala salud en la infancia alimentó en él un «temprano e invencible», amor por la lectura que nunca se completaría con una educación formal. Catorce meses en Oxford «los...