Cien años después, la herida del árbol de caucho sigue abierta: desangrándose y derramando su sangre blanca. Aún hoy, la selva de José Eustasio Rivera se enreda con furia y ruge “a media voz, en el idioma de los murmullos”. Las palabras de La vorágine, al igual que esa inmensa bóveda espesa y verde que palpita, nunca han cesado de carcomerse y resucitar dentro de una espiral sin fin. Leerlas es descubrir lo que se siente ser hoja que marchita y v...