En los comienzos del siglo XIX los fenómenos eléctricos podían resultar interesantes para los científicos, pero carecían de trascendencia, para el hombre de la calle. El danés Hans Christian Oersted y el francés André-Marie Ampére fueron unidos por el destino. El crucial experimento llevado a cabo por el primero en Copenhague en julio de 1820 llegó, a los oídos de Ampére solamente dos meses después. Si el primero demostró los efectos magnéticos p...