"Cuando la tecnología nos apremia en todos los campos y hay quienes se sienten periodistas al escribir su historia en ciento cuarenta (140) caracteres, uno no puede desechar la oportunidad de plasmar unas cuantas ideas y hacer lo imposible por reivindicar el oficio. Jorge Manrique Grisales aceptó el reto y me hizo el honor de invitarme a dar una mirada al oficio del reportero y con él al periodismo. También abrió la posibilidad de validar los conceptos que transmite en sus cátedras a través del reencuentro con las historias de vida, los múltiples frentes de batalla, así como con los dilemas que suscitan los espacios, el tiempo, la intimidad, la ética. Debo decir que me formé con la experiencia que daban los lazos de sangre de mis mayores y los maestros formados en El Espectador. Si cabe la expresión, soy un producto del periodismo empírico. En este mundo global no cabe el dicho popular, según el cual, "el periodista nace, no se hace". Gracias a Jorge Manrique Grisales, a su labor como docente y a este ensayo autobiográfico, es que sus alumnos, especialistas en la materia y público lector pueden ahondar en los recovecos del periodismo. No se trata de un manual de estilo como el que regla las salas de redacción desde finales del Siglo XX. En mi concepto, el gran aporte consiste en reafirmar que por encima de los criterios de hora de cierre o el síndrome de la "chiva", está el ser humano periodista y la humanidad contenida en el periodismo".