En algún momento la naturaleza fue algo sagrado para la humanidad, y por eso era admirada, temida, respetada. Pero esa comunión se rompió. El hombre se volvió arrogante, se consideró el centro del universo y juzgó que la naturaleza era suya, que estaba ahí para su dominio y su explotación. En este ensayo, William Ospina reflexiona sobre este proceso y rastrea sus huellas en las religiones, el arte, la filosofía, la ciencia, la historia, la litera...