Nuestros pensamientos, deseos, dolores y emociones no sonmás que nuevas manifestaciones sensibles de la química. Más aún, los fantasmasde nuestros sueños, la conciencia y el alma vaporosa son meros subproductos dela magia de la química. Basta que un accidente perturbe las reacciones químicasdel cerebro para que nuestro Yo, tan convencido de su eternidad, deje deexistir, o se suma en un sueño profundo y nos convierta en vegetales, ancladosa un sit...