Esta vez, pensamiento jurídico, ofrece a sus lectores el número titulado antropología, derecho y política, lo cual sugiere, de alguna manera, que la relación entre cultura, justicia y poder campeará por sus páginas. Será un volumen desafiante, tanto por lo que presenta, como por lo que esconde. No son las novedades temáticas el aliciente, sino los contenidos polémicos y controversiales. Sin duda, su mayor valor recae en la agitación del pensamiento jurídico y el registro de nuevos retos a sortear.Todos los artículos fueron seleccionados mediante el sistema de pares. Cinco artículos groso modo tratan sobre los derechos culturales, tres de ellos sobre patrimonio cultural, identidad nacional y fenómenos políticos-culturales emergentes, y, dos más reflexionan sobre el quehacer del abogado y la formación del derecho. Los otros cinco, abordan temas indigenistas, pero no son tratados por antropólogos, sino por abogados y politólogos. Este hecho, de suyo un notable aporte, provocará controversias y debates, y en algunos casos ironías: el jurista al hablar de los indígenas no se convierte en profesional de la antropología, ni el antropólogo al acercarse al derecho se hace abogado. No obstante, cuando tales hechos suceden, como es el caso de este número, no se sabe si el conocimiento generado avanza o retrocede. La experiencia que invariablemente, sumida en una inestabilidad gnoseológica; de hecho típica en toda acción interdisciplinaria que se precie, juiciosamente, de serlo.Todos los artículos fueron seleccionados mediante el sistema de pares. Cinco artículos groso modo tratan sobre los derechos culturales, tres de ellos sobre patrimonio cultural, identidad nacional y fenómenos políticos-culturales emergentes, y, dos más reflexionan sobre el quehacer del abogado y la formación del derecho. Los otros cinco, abordan temas indigenistas, pero no son tratados por antropólogos, sino por abogados y politólogos. Este hecho, de suyo un notable aporte, provocará controversias y debates, y en algunos casos ironías: el jurista al hablar de los indígenas no se convierte en profesional de la antropología, ni el antropólogo al acercarse al derecho se hace abogado. No obstante, cuando tales hechos suceden, como es el caso de este número, no se sabe si el conocimiento generado avanza o retrocede. La experiencia que invariablemente, sumida en una inestabilidad gnoseológica; de hecho típica en toda acción interdisciplinaria que se precie, juiciosamente, de serlo.