Es un texto crítico, histórico, didáctico y anecdótico acerca del periodismo que se mueve entre las luces y sombras del poder político. La obra plantea y abre un debate pendiente en la historia de las democracias iberoamericanas, el de las transacciones del poder social y estatal a favor de unas minorías que vulneran inveteradamente el derecho a saber de las personas, corazón de la transparencia. También traza caminos para el funcionamiento de las oficinas estatales bajo una estricta ética para frenar la cultura del periodismo de bolsillo.El autor, apoyado en su experiencia profesional como periodista y abogado, recrea la teoría del derecho-deber a la libertad de informar en sociedades confundidas y agredidas por las verdades oficiales que deforman o silencian realidades, en convivencia con el periodismo basura que, en su afán de capturar el estado, atenta a diario contra la institucionalidad y socava la democracia.También descubre las fortalezas de un oficio que, ejercido decente y eficazmente, es un instrumento insustituible de justicia y libertad. La idoneidad y probidad del autor lo autorizan para fijar los temas de un debate del que, se espera, saldrán bien libradas la dignidad del periodista estatal y la democracia participativa que nace del deber estatal de informar y el derecho de los pueblos a ser informados. El autor, apoyado en su experiencia profesional como periodista y abogado, recrea la teoría del derecho-deber a la libertad de informar en sociedades confundidas y agredidas por las verdades oficiales que deforman o silencian realidades, en convivencia con el periodismo basura que, en su afán de capturar el estado, atenta a diario contra la institucionalidad y socava la democracia.También descubre las fortalezas de un oficio que, ejercido decente y eficazmente, es un instrumento insustituible de justicia y libertad. La idoneidad y probidad del autor lo autorizan para fijar los temas de un debate del que, se espera, saldrán bien libradas la dignidad del periodista estatal y la democracia participativa que nace del deber estatal de informar y el derecho de los pueblos a ser informados. También descubre las fortalezas de un oficio que, ejercido decente y eficazmente, es un instrumento insustituible de justicia y libertad. La idoneidad y probidad del autor lo autorizan para fijar los temas de un debate del que, se espera, saldrán bien libradas la dignidad del periodista estatal y la democracia participativa que nace del deber estatal de informar y el derecho de los pueblos a ser informados.