Llevaba menos de un a?o viviendo en Chalco, Estado de M?xico, as? que todav?a no me acostumbraba a la nueva casa, a la Unidad Habitacional y al crecimiento urbano desordenado que, poco a poco, como gangrena, devoraba todos los vestigios de la vida rural. Mi madre segu?a deprimida porque extra?aba vivir en Santa Mar?a la Ribera. Yo, al contrario, desde que me mud? aqu?, apenas a 30 kil?metros de distancia, me sent?a m?s tranquilo, como si hubiera abandonado un pa?s en guerra. He hecho periodismo contra todo pron?stico, usurpando un lugar que, probablemente, no me corresponde, pero el que me niego a abandonar, como un borracho que se abraza al banco de una cantina, En un momento en el que el periodismo est? secuestrado por la agenda del gobierno federal y los gobiernos estatales, reivindico la duda y la curiosidad neur?tica como armas para contar historias,? alejadas de la prisa y la coyuntura. Por esa raz?n, en algunos de los presentes textos se filtran otros temas que tambi?n me interesa explorar, como la ternura, el fracaso y el misterio de la creaci?n art?stica. He vivido muchas vidas en una sola. Y no lo escribo con orgullo, sino m?s bien con un poco de verg?enza. Posiblemente todas esas vidas han sido ordinarias. Crec? en un lugar inh?spito, en el que la violencia se normalizaba y no he dejado de escribir sobre ese tema, como si tratara de explicarme a m? mismo esa noche en el que el sonido de un rel?mpago y una bala se fundieron, como si pudiese traducirle a ese yo del pasado, a ese adolescente asombrado ante lo indecible, la sinraz?n de la ira y el dolor de los a?os por venir.