Unos pocos veladuras diestramente aplicados humedecen los ojos de un anciano; dos toques de pincel derraman luz sobre sus pupilos, que se llenan, así, de dulzura y nobleza. Los rápidos trazos de uno brocha casi seco definen unos cuantos rizos rebeldes en su plateado cabellera. El dibuja de sus cejas, que se arquean suavemente, insinúo algo de tristeza; lo tristeza de quien ha vivido mucho, ha comprendido mucho y mucho puede enseñar. Su boca, apen...