En agosto de 2010, supe que Víctor Palay Campos pensaba escribir un nuevo libro. Me lo contó Otilia, la madre de Víctor, en su último viaje a Bogotá, cuando organizamos, en la Quinta de Bolívar, una exposición que se llamó «Historia de una ausencia: la espada de Bolívar y el M-19». En esa oasión, me ofeció que tan pronto lo terminara, me lo mandaría para que lo leyera y apoyara su publicación. Pocos meses antes del asesinato de Otilia, ocurrido en octubre de 2013, lo recibí de manos de una amiga mutua. Diversas circunstancias personales me impidieron hacerlo en su momento, pero aquí estoy, cumpliendo lo prometido, como un homenaje a su tenacidad y valor de mujer. Homenaje también a Víctor, que no claudicó y rechazó las dádivas que le ofrecieron para que renunciara a sus ideales. Con Otilia nos conocimos en 2005, en su primera visita a Bogotá; en esos días estaba en un peregrinaje por varios países de América Latina, en las funciones propias de una madre que pedía un juicio justo para su hijo, preso desde hacía quince años. Durante esa estadía en Colombia, pudo explicar las condiciones de aislamiento infrahumano en que se encontraba Víctor, con apenas treinta minutos de visita al mes, recluido en la prisión de alta seguridad de la Base Naval del Callao, en una celda-tumba de apenas dos metros por dos. Tuvimos la oportunidad de visitar, en el Congreso de la República, a senadores y representantes a la Cámara de diversos partidos políticos, quienes la escucharon con atención y respeto; muchos de ellos firmaron, junto con alcaldes, gobernadores y otras personalidades de América Latina, un manifiesto solicitando el juicio justo y su libertad, y la de sus compañeros.