A partir de 10 años
Me fijé de nuevo en el sapo y me pareció dócil. Le noté una extraña mirada.
Parecían los grandes ojos de mi abuelo.
Entonces me asaltó una gran preocupación.
¿Y si mi abuelo se convirtió en sapo?
— No, no puede ser sería una locura —, pensé.
Detallé al animal. Sus ojos parecían los de mi abuelo. La piel arrugada
coincidía también. Pero lo que más me impresionó fue su mirada.
Incluso me pareció que sonre...