La autora escribe con la urgencia y el goce doliente de quien, conociendo la distancia insalvable que separa del objeto añorado país que se ha dejado atrás, infancia, cuerpo desaparecido, cuerpo erótico, sin embargo insiste en evocarlo a través de fragmentos, de pedazos rotos, de reliquias. O mejor sería decir que lo convoca ritualmente: las voces, la constante apelación a interlocutores fantasmales, los murmullos, la "palabra fracturada, desacomodada, estrangulada" interpelan al lector y lo fuerzan al recuerdo, aunque ese recuerdo sea ajeno; lo desafían a que entienda una lengua que se ha vuelto extranjera y que a la vez es la única en que es posible narrar. Saudades es un relato de añicos, donde el resto diurno de la historia, por así llamarlo, es siempre la ausencia: exilios, destierros, desapariciones, naufragios, muertes. Novela coral, donde las voces alternan, intentando decir lo que no se puede decir, apresar relatos para siempre ajenos, oficiar un duelo que es y no es, es un rumor de ausencias donde el cuerpo erótico ofrece pasajero refugio mientras que la cita literaria (otro cuerpo, otra voz más) funciona como aguijón, acentuando la falta, manteniendo vivo el llamado. Saudades es también sobre todo una reflexión sobre las grandezas y miserias de ese lenguaje "que no va a ninguna parte" y que a pesar de ello solicita a todos. La autora invita a sus lectores a una ceremonia melancólica que, si bien no repara la pérdida acaso la atenúe, a través de una escritura osada, desprotegida, a la intemperie. Saudades es un relato de añicos, donde el resto diurno de la historia, por así llamarlo, es siempre la ausencia: exilios, destierros, desapariciones, naufragios, muertes. Novela coral, donde las voces alternan, intentando decir lo que no se puede decir, apresar relatos para siempre ajenos, oficiar un duelo que es y no es, es un rumor de ausencias donde el cuerpo erótico ofrece pasajero refugio mientras que la cita literaria (otro cuerpo, otra voz más) funciona como aguijón, acentuando la falta, manteniendo vivo el llamado. Saudades es también sobre todo una reflexión sobre las grandezas y miserias de ese lenguaje "que no va a ninguna parte" y que a pesar de ello solicita a todos. La autora invita a sus lectores a una ceremonia melancólica que, si bien no repara la pérdida acaso la atenúe, a través de una escritura osada, desprotegida, a la intemperie.