En un mundo donde abunda el estrés, la ansiedad, la depresión y el vacío existencial hablar de felicidad es blasfemia. Y afirmar que es fácil, una provocación en toda regla. La sociedad se ha convertido un gran manicomio. La única razón por la que no estamos todos encerrados es porque somos demasiados. Uno de los síntomas de esta enajenación colectiva es que cada vez más personas padecen algún tipo de neurosis y de enfermedad mental. Nos hemos vu...