El volumen cuarto de la magna obra proustiana inaugura un período nuevo dentro de su marco total. Mientras espera en el patio de la duquesa de Guermantes, contemplando la polinización de sus orquídeas, el narrador observa en secreto el encuentro sexual entre dos hombres, el barón de Charlus y Jupien, una escena representada según las leyes de un arte oculto. De este modo comienza una meditación profunda sobre la sexualidad y el deseo, alimentada por la atracción que el narrador siente por la bella Alberine.