Cuando te enfrentas a una de nosotras, ¡te enfrentas a todas! Pasa la palabra, hermana. W.I.T.C.H. Panfletos repartidos en medio de un desfile: "Nosotras, hermanas burjas del único y verdadero subsuelo, anunciamos nuestra presencia y comenzamos nuestro hechizo". Boicots y acciones callejeras, manifestaciones y ocupaciones: "Somos brujas, somos mujeres. Somos liberación. Somos nosotras. W.I.T.C.H. es también una estrategia, un medio de subversión: la brujería". Bajo las siglas de W.I.T.C.H. (Women's International Terrorist Conspiracy from Hell, Nueva York, 1968-1970), se escondía una sorprendente guerrilla feminista, precursora de las Guerrilla Girls, cuyas armas eran los conjuros y hechizos mágicos, el arte feminista y la acción directa. Su actividad fue frenética, escandalosa y prodigiosa. Muy pronto, la estética y el estilo de aquel brujo de brujas urbanas, de guerrilleras sin escoba, prendió la mecha en distintas ciudades americanas: se crearon células feministas que recogieron aquel mensaje. Sus siglas fueron cambiando de manos. Las brujas estaban por todas partes. Citadas como uno de los más fascinantes ejemplos del activismo de los sesenta, el grupo pasó a registrarse con letras de oro en la historia del feminismo radical, aunque también representaban algo temido, salvaje y casi innombrable.