Era una mañana gélida de marzo. El frío viento barría en París las últimas hojas secas del invierno. Un viejo violinista, en su tiempo famoso y conocido bajo el nombre de Varius, caminaba pensativo hacia su café favorito. De pronto, se detuvo como si hubiera quedado helado. A punto de pisar un huevecito blanco que se encontraba en medio de la acera. Un huevo en pleno París, os diréis, ¡no hay nada en especial en ello! Sin embargo, lo que sí resul...