La estancia en que me encuentro es silenciosa. Sólo el piso de madera y las paredes cubiertas de libreros a reventar emiten un leve rechinido de vez en cuando. Sobre mi cabeza cuelga un avioncito de control remoto que sólo usé una vez. Hay papeles y textos por doquier. Mi esposa dice que este sitio es un desastre y que no volverá a arreglarlo. He celebrado su decisión, porque cuando ella pone en su lugar yo pierdo. En el caos que me rodea existe ...