Son varios los aspectos que animan a pensar que este tipo de teología todavía conserva cierto dinamismo y ha dejado un legado nada despreciable. La teología latinoamericana considera su quehacer como una reflexión crítica sobre la realidad histórica a luz de la revelación de Dios, privilegiando la praxis como una forma de verificación de su propio saber y discernimiento. Ella surge de los problemas concretos y de los desafíos de la realidad latinoamericana de pobreza, violencia, exclusión, y al mismo tiempo expresa la utopía, la esperanza y la experiencia de Dios en la vida de las comunidades. Exige una nueva mirada, una nueva hermenéutica que favorece lo simbólico y lo festivo de los pueblos, generando nuevas vivencias, experiencias de fe y un compromiso activo en defensa de los derechos humanos.