La globalización es un estadio especifico de la mundialización de la economía capitalista que, como señala Dante Caputo, ha implicado cambios ostensibles en la naturaleza misma del capital y en sus relaciones con el trabajo, el medio amiente, en las formas de asociación y competencia de los capitales entre sí y de ellos con los estados. Es, después de la revolución industrial, la más gigantesca transformación de la que se tenga memoria, afectando todo el conjunto de las relaciones sociales y las superestructuras políticas, culturales e ideológicas. La globalización no es un proceso homogéneo y por el contrario supone una acentuación de desarrollo desigual. En su curso las naciones se vinculan a él de distintas maneras y con diversos resultados, presentando a menudo efectos contradictorios. Al interior de los países suscita, asimismo, consecuencias disímiles, ocasionando que algunas regiones se transformen y desarrollen y otras queden condenadas al ostracismo. Los efectos de la inserción al proceso globalizador dependen de las especificidades de cada nación, de las negociaciones que hayan realizado en el marco de los acuerdos de libre comercio y de la capacidad del estado y sus élites dirigentes para apoyar una política de competitividad del aparato productivo, en un contexto de transformaciones audaces de toda la infraestructura, la tecnología y los entornos sociales, políticos, culturales y educativos. Por esta razón un estudio de las tendencias generales de la globalización da cuenta de las particularidades que este fenómeno presenta al interior de cada país.