En la profundidad de la selva amazónicam, se admira permanentemente el majestuoso sol que nace cada mañana desde el este, recostado entre las algodonadas nubes blancas y el brillante arcoiris que se pierde en el verde de las altas capas de los viejos árboles de extensas lianas, alternando sin anunciarse, las torrenciales lluvias que bañan las tierra fértiles y mineralizadas de este mágico ecosistema.