«Las heridas en los labios eran aún sangran-sangrantes, ambos se habían quemado con el fuego de una pasión no correspondida. Por eso guardaban su boca para sí mismos, mientras se mecían despacio al ritmo de una hamaca. Ella notó que el mar de su interior se desataba con una tormenta de olas picadas por la ventolera y el mar de leva y se dejó ir como un pedazo de madera que vio una vez que fue a la playa de Puerto Colombia. Después de un tiempo, s...