No puedo dejar de mencionar que yo crecí oyéndole contar historias sobre este lugar a mi padre quien hoy tiene ochenta y un años y ha ido a la Feria de Ganados sin descanso desde que compró su primer camión a los veinticuatro. Las oía desde mi cama –el cuarto quedaba enseguida, de la cocina-, mientras se las narraba a mi madre luego de que ella le sirviera el primer café del día, a eso de las cinco de la mañana, antes de que se pusiera a limpiar ...