El equilibrio entre la vida y la muerte es muy delicado, y el cardiocirujano camina sobre el delgado hilo que los une. En la sala de operaciones no hay lugar para las dudas. Solo hay carne, sangre y costillas; y el órgano vital que hay que bombear con la mano para que recupere su latido. El profesor Stephen Westaby se arriesgó y amplió los límites de la cardiocirugía. Salvó cientos de vidas en el transcurso de una carrera de treinta y cinco años ...