"Es la cruz que te tocó; llévala con resignación"; "las órdenes de tu padre no se discuten"; "tú te callas, porque aquí mando yo"; "los niños tienen los oídos en las asentaderas"; "cuidas a tus hermanitos y punto"; "aguántate, que él es el hombre"; "el dinero lo manejo yo"; "no te digo...: no sirves para nada"; "¿a dónde crees que vas vestida así?". Éstas son sólo algunas muestras de las frases que se han ido acuñando durante largo tiempo para justificar y aceptar lo inaceptable la violencia familiar. Aunque el término es conocido por todos, todavía hay quienes confunden la agresión con la violencia; esta última es, como lo define la Norma Oficial Mexicana de Salud: "El acto u omisión único o repetitivo, cometido por un miembro, de la familia, en relación de poder -en función del sexo, la edad o la condición física- en contra de otro u otros integrantes de la misma, sin importar el espacio físico donde ocurra el maltrato, ya sea físico, psicológico, sexual o de abandono".