Para Platón el asombro fue la raíz de toda abstracción y, por lo tanto, la emoción más genuinamente filosófica. En efecto, al observar maravillado el curso de los astros y la sucesión del día y la noche –explica Cassirer- el ser humano descubrió un primer gran ejemplo de orden que lo encaminó hacia la reflexión. El rigor celeste le reveló además que la “realidad” se encuentra sujeta a leyes determinadas e inmutables y le permitió encontrar un orden más próximo: el de su propio mundo. Y así al encontrarse supeditado a las reglas del universo físico y de la moral, el individuo creó mitos y religiones que explicaran simbólicamente su condición, pero pronto, nuevas y más profundas dudas demandaron métodos distintos para resolverlas; surgió así el pensamiento filosófico.